martes, 26 de enero de 2010

Dentista

Llamamos dentista a la inmunda persona vestida de blanco que, junto con la temida suegra, es considerado el archienemigo de la humanidad, (excepto para los pendejos que creen en el diablo, el Chupacabras o demás fantasías irracionales).
Es tan altanero y atrevido este sujeto, que es capaz de cobrarnos millonadas de dinero por hacernos llorar de dolor.
Estos sádicos personajes, no conformes con esto, han sido los responsables de la invención de las caries, bacterias creadas para reaccionar al azúcar y consecuentemente con los dulces en general. Estos diminutos seres ocasionan un dolor igual o peor al de los dentistas y son quienes también nos han privado de una infancia feliz.

A diferencia de las suegras, el dominio de los dentistas no es global, hay inhóspitas y apartadas regiones en las que no han conseguido tener control alguno. Ejemplos son las villas del conurbano o Brasil.

Modus Operandi
Al contrario de otros criminales, los dentistas no van a la caza de sus víctimas, sino que son ellas las que van hacia él, igual que una ponzoñosa, traicionera y repugnante araña a la espera de que la ingenua mosca (sí, la mosca es usted) caiga en su trampa mortal. Otra gran diferencia es que ellos no sienten placer con la muerte de la víctima (a la que ellos llaman "Paciente"), si no con su dolor y sufrimiento; por lo tanto, suponemos que un dentista no llegará a matarte, sólo a hacerte sufrir y esperar tu pronto regreso para continuar ocasionándote dolor y más dolor.

a continuación los métodos utilizados por este demoníaco ser con sus víctimas:

Sala de Espera
Obviamente, como consta en el manual de todo gran archienemigo, la mejor forma de empezar una tortura es psicológicamente, y ellos lo hacen de la mejor manera; en una sala de espera. En estos lugares completamente faltos de conversaciones, llenos de revistas viejas y mutiladas es donde comienza el espectáculo del horror. Aquí se pueden escuchar con toda claridad los gritos, llantos y gemidos de la indefensa persona que está siendo atendida, y observar el sudor frío que corre por los nerviosos rostros de las personas a nuestro alrededor.
Este sitio es donde te cagas del miedo, literalmente hablando.

El Consultorio
Después de un incómodo silencio, se abre una puerta y sale lo que quedó de la persona que estaba siendo atendida; y, entonces oyes la chillona voz de la recepcionista diciendo tu nombre, señal de que debes entrar en el consultorio. De esta menera se cierra la primera sesión de tortura psicológica con broche de oro y se da inicio a la tortura física.
La primera impresión al entrar no puede ser peor: una ser con un delantal manchado de gotas de saliva y sangre, y cubriendo su rostro con una mascarilla al más puro estilo de Michael Jackson le invita a sentarse en un sillón que parece ser sospechosamente cómodo.
Pese a que son pocos segundos los que requiere el trayecto desde la puerta al sillón, son más que suficientes para que se de cuenta de la precaria situación en la que voluntariamente se ha metido: aparatos que parecen salidos de mentes retorcidas y cráneos mutilados para sólo mostrar sus maxilares adornan el lugar. Ha llegado al sillón y se sienta, ágilmente le coloca un babero y de pronto se apagan las luces... El único reflector encendido le apunta directamente a los ojos cegándolo momentaneamente. El dentista se coloca a su lado y entonces empieza lo bueno...




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